He dejado a los actores libres de hablar según el ritmo que les parecía propio. No he intentado acelerar ni ralentizar su ritmo, salvo en una escena que no estaba saliendo bien, pero en el resto han llevado el ritmo que les parecía natural. Beatrice Romand no habla rápido pero tiene el mérito, que me parece muy grande, de articular. Por hacer una comparación, no quiero que se entienda mal, es por mostrar la estima que le tengo, si hay un estilo de actor con el cual la asimilaría, es el de Fernandel. Porque Fernandel era muy cómico pero hablaba muy lentamente. Articulaba, separaba las palabras, lo que no le impedía ser cómico, se saboreaban sus palabras.La idea de comprenderlo todo me parece importante en el cine y creo que un diálogo está hecho para ser comprendido.
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Me gustan mucho las piedras y las ciudades pero en las películas a veces es ingrato, si es demasiado bonito. Es la dificultad de lo turístico, de lo demasiado bonito, de lo pintoresco. Pero en esta película era importante mostrar que es una chica que tiene un amor por el arte pero que no logra expresarse creando artísticamente. La he mostrado en entornos artísticos. Primero el taller de un pintor en el que hay cuadros, aunque todo va tan rápido y está tan oscuro que quizás no se notan. Son cuadros que representan fachadas de casas de los años treinta. Luego está la tienda de antigüedades. También está la habitación de Sabine, que decoré yo mismo. Escogí esos carteles. La idea me vino hojeando libros, me atrajeron esas imágenes, una en la que había un sol, otra en la que había una luna. Es un motivo que encontramos también en la lámpara, que es una lámpara hecha por un artesano de Le Mans, en cuya tienda está el personaje de Clarisse. Así que tuve la idea del sol. Ella ha intentado darle una coherencia a la habitación, en tonos rosas. Eso también es algo deliberado. Intento dar a mis películas, sin caer en lo decorativo o en el esteticismo, un color particular. En La mujer del aviador había buscado colores fríos, el azul, el verde, con un poco de amarillo, el del impermeable de la chica joven. Y más o menos lo logré, a pesar de las dificultades que hay al rodar en decorados naturales. Para esta película que transcurre en otoño tenía que haber colores cálidos, marrones, rosas, y lo logré bastante bien, modificando apenas los decorados. Los papeles pintados de las paredes no fueron repintados. Simplemente quité algunas cosas y conservé otras.
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Entrevista con Claude-Jean Philippe et Caroline Campetier en France-Culture, «Le cinéma des cinéastes» del 30 de mayo de 1982
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