martes, 12 de octubre de 2021

Viaje de una R


Capítulo IV

(...) No tardaríamos ya en llegar al hotel, y comencé a buscar los guantes en el bolsillo del coche. Los encontré, pero al mismo tiempo se cerraron mis dedos sobre un libro cuyas endebles tapas hablaban de poesía. Miré para leer el título del libro en el momento en que el coche paraba delante del hotel. ,–Si quiere, lléveselo para leerlo, –Lo dijo con voz natural, apagada, pues, terminado el paseo, habíamos vuelto al hotel, y Manderley había quedado a muchos centenares de millas.

Me alegré y apreté el libro junto con mis guantes. Yo quería conservar algo suyo, ya que había acabado el día.

(...) Cogí de nuevo el libro, y esta vez se abrió por la portada; en ella pude leer la dedicatoria: «A Max, de Rebeca, 17 de mayo», escrita con una letra extraña muy sesgada. Un pequeño borrón manchaba la blancura de la página opuesta, como si quien aquello había escrito hubiera sacudido impacientemente la pluma para hacer correr la tinta. Y con la plumilla llena de tinta, que hubiera brotado demasiado espesa, había escrito, y por ello el nombre de Rebeca aparecía allí negro, destacado, con aquella R mayúscula muy sesgada, alta, eclipsando las demás letras.(...)"


Capítulo VI

(...) El libro de versos estaba junto a mí cama. Hasta se le había olvidado de que me lo había prestado. No debía de apreciarlo gran cosa. «Anda –me dijo el demonio–, anda; ábrelo, ¡mira la portada! ¿No es eso lo que quieres hacer? ¡Ábrelo por la portada!» «Nada de eso –me dije–, no voy más que a poner el libro con las demás cosas.»

Bostecé. Fui lentamente, haciéndome la distraída, hacia la mesilla de noche, vacilé, y el libro se me cayó al suelo. Al caer, quedó abierto por la portada. «A Max, de Rebeca.» Ella estaba muerta, y no se deben pensar cosas de los muertos. Los muertos duermen apaciblemente, mientras crece la hierba encima de sus tumbas. Pero, sin embargo, ¡qué viva, qué fuerte estaba su escritura! Aquellas letras, extrañas, sesgadas, y el borrón de tinta; parecía hecho el día antes. Todo parecía escrito ayer. Saqué mis tijeritas de las uñas y corté la página mientras miraba asustada por encima del hombro, como una criminal. La corté sin dejar nada. No se notaba. El libro quedó blanco y limpio sin aquella página. Un libro nuevo, que nadie había tocado. Rompí la página en muchos pedacitos y los eché en el cesto de los papeles.

Pero no se me borraban de la imaginación, y pasado un rato tuve que asomarme al cesto para mirarlos otra vez. La tinta resaltaba negra y gruesa en los papelillos. Cogí una cerilla y les prendí fuego. La llama dio una luz encantadora. Manchaba el papel, rizaba sus bordes, e iba borrando aquellas letras curiosamente sesgadas. Los papelitos se estremecieron al convertirse en cenizas. La última en desaparecer fue la letra R. Se retorció en la llama, abarquillándose hacia fuera un instante, lo que la hizo parecer más grande que nunca. Luego se desmoronó; la consumió la llama. Ni siquiera era aquello ceniza, sino más bien un polvillo levísimo.

Fui al lavabo y me lavé las manos. Y me encontré mejor, mucho mejor. Noté esa sensación de limpieza, de novedad, que siente uno al colgar de la pared el calendario nuevo, a principios de año. 1 de enero. Noté el mismo frescor, la misma confianza alegre. Se abrió la puerta y entró él.(...)
Rebeca, Daphné du Maurier

(De la adaptación: un libro de versos desaparece, pero queda una R en llamas. La R en llamas, a su vez, viaja desde la primera parte del libro hasta el final de la película. Del mismo modo, poco antes de que aparezca el libro de versos, hay un momento junto a un acantilado. En la película ese momento se convierte en la primera aparición de Maxim de Winter. No sólo poner en imágenes el texto sino encontrar lo que, en el texto, se convierte en imagen que cobra vida propia y encuentra su lugar en la película. 
En realidad, habría que hablar de David O Selznick, de su teoría y práctica de cómo hay que adaptar un best-seller, de cierto memorandum que le mandó a Hitchcock sobre la primera versión del guión, pero hoy no da tiempo.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La señora sin camelias (programa 6a: La Cenicienta - Me he casado, pero...)

¿Acaso existe una sola película que no esté fascinada, de una manera u otra, por aquello que ha elegido denunciar? Me parece que no (esto ...