viernes, 2 de julio de 2021

El temblor (sobre Drums Along the Mohawk)


En las tres películas del programa "Recién casados" hay una boda que está al principio de toda la historia. En el caso de Drums Along the Mohawk, de John Ford, lo primero que vemos es, directamente, un tembloroso ramo de novia en primer plano. Luego la cámara retrocede y descubrimos a Claudette Colbert y Henry Fonda en plena boda, mientras oímos la voz del párroco todavía en fuera de campo. Lo primero es, pues, el ramo de novia. Y el temblor. La inquietud, quizás el miedo, de ella ante lo desconocido, ante la nueva vida y el nuevo mundo al que está a punto de decir sí. Ese temblor, esa inquietud y ese miedo recorren toda la película. Drums Along the Mohawk es una película sobre los primeros tiempos de un matrimonio y sobre el origen de un país pero es, también, una película sobre el miedo. Sobre perder algunos miedos y no perder otros. Sobre el valor que tiene sentido y el valor que es una insensatez. Sobre el miedo que uno siente por sí mismo y el miedo que siente por los otros. Sobre tener que estar aparte, esperando, ya sea mientras dura una batalla o mientras dura un parto, temiendo por el otro y sin poder hacer nada. Esta es una película en la que nos quedamos, casi siempre, con el que no puede hacer nada más que esperar. En eso se van dando el relevo Henry Fonda y Claudette Colbert. Ella espera mientras él va a la batalla, él espera mientras ella está de parto. Ella le busca desesperada tras la primera batalla, él la busca abrumado tras la segunda batalla. Cuando ella se desanima, él la sostiene, cuando él se desanima, ella encuentra la solución. La idea de matrimonio que tiene la película quizás tiene que ver con eso, una igualdad y una confianza que hace que siempre uno de los dos tenga el valor que hace falta para seguir adelante, para seguir viviendo. Hacia el final de la película, cuando Henry Fonda va a salir del fuerte para ir a buscar ayuda, arriesgando su vida, le pide a ella: "Dime que no estás asustada y que quieres que vaya." Y ella, tras un breve momento en el que reúne sus fuerzas, le dice: "No estoy asustada. Quiero que vayas." Y ella está asustada, claro. Y él probablemente también está asustado. Pero esa fórmula es la que crea el valor suficiente para los dos. No un valor que ignora el miedo sino un valor que conoce ese miedo. Un valor que necesita ser dicho y compartido para hacerse fuerte. Ese momento, esa frase que él le pide y que ella repite, quizás sea un eco del inicio de la película, de la fórmula de toda boda. Unas palabras son dichas por otro y hay que responder: "sí, quiero", haciendo propias las palabras que el otro ha dicho, las palabras que llevan diciéndose de generación en generación durante siglos. Como al principio, ella da un sí aunque esté temblando el ramo, aunque esté temblando por dentro. Y él se va hacia el peligro. Pero, y eso es importante, ella se queda también en el peligro. En ese momento, los dos actúan por sí mismos, separados, él corriendo por el bosque, ella resistiendo en el fuerte, y al mismo tiempo temen por el otro, son al mismo tiempo el que arriesga y el que espera, igualados en el miedo y en la esperanza por esa fórmula: "No estoy asustada. Quiero que vayas." Como en el momento de la boda iguales en el temblor y en el valor.

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