lunes, 22 de febrero de 2021

Monsieur Verdoux (Programa 1: El mundo del revés)



M. Verdoux y nuestro tiempo

Abandonando los zapatos gastados, el bombín y el bastón del pobre personajillo vestido de harapos, cuya mirada patética nos partía el corazón, Chaplin entra deliberadamente en un mundo más temible por ser más cercano a aquel en el que vivimos. Su nuevo personaje, con su pantalón bien planchado, su corbata perfectamente anudada, bien vestido y que no puede esperar apelar a nuestra piedad, ya no estaría en su lugar en las viejas situaciones dibujadas con unos pocos trazos robustos en las que el rico oprime al pobre de una manera tan evidente que hasta el público más infantil puede comprender inmediatamente la moral de la acción. Antes podíamos imaginarnos que las aventuras de Charlot se desarrollaban en un mundo reservado para el cine, que eran una especie de cuentos de hadas. Con Monsieur Verdoux ya no hay equívoco posible. Se trata de nuestro tiempo y los problemas expuestos en la pantalla son nuestros problemas. Saliéndose así de una fórmula que le ofrecía una seguridad total, abordando frontalmente la crítica de la sociedad en medio de la cual él mismo vive, tarea entre todas peligrosa, nuestro autor eleva nuestro oficio al rango de las grandes expresiones clásicas del espíritu humano y fortifica nuestra esperanza de poder considerarlo cada vez más como un arte. 


De la debilidad al cinismo

Se me permita añadir un comentario puramente personal: habiendo renunciado al arma poderosa que era la debilidad de su antiguo personaje, Chaplin ha tenido que buscar una nueva para el uso de su recién nacido. La que ha elegido complace particularmente al francés que soy, apasionado por su siglo XVIII: es el cinismo.

Comprendo perfectamente la desconfianza de ciertos espíritus conformistas ante este medio que parece pertenecer a una época aristocrática y pasada. Que perdonen a un lector de las obras de Diderot, Voltaire y Beaumarchais el placer que ha sentido con Monsieur Verdoux.

Por lo demás, incluso cuando no está como aquí sazonado con una lógica paradójica, el genio tiene a menudo algo chocante, subversivo, un aspecto un poco Casandra. Esto sucede porque tiene mejores ojos que el común de los hombres y las simples verdades que descubren siguen siendo provisionalmente errores para la mayoría de nosotros.

Otra razón de amar Monsieur Verdoux: me encanta divertirme en el cine y esta película me ha hecho llorar de risa. 

Jean Renoir en Charlie Chaplin, André Bazin


La más intrigante de las películas de Chaplin; su carácter enigmático —nadie puede presumir de haber sondeado su sentido con exactitud— la ha mantenido intacta y la preserva del envejecimiento. Una parte del enigma reside en la relación que hay entre Verdoux y las diversas encarnaciones pasadas de Charlot. A priori, el vagabundo y el asesino de mujeres no tienen ningún punto en común. Un examen más atento revela que los tienen. Verdoux conserva al menos dos características de Charlot, una debilitada e inútil, la otra monstruosamente ampliada. Como Charlot, Verdoux es un ser sensible, dotado de compasión, mostrando en ocasiones un pedazo de corazón bien grande. Posee también el sentido de la adaptación social y la ferocidad de Charlot, tan características de sus primeros cortometrajes. En realidad, le tiende a la sociedad un espejo: mercantilismo diabólico, destrucción, exterminio. «Von Clausewitz dijo que la guerra era una prolongación lógica de la diplomacia. M. Verdoux piensa que el asesinato es la prolongación lógica —y lúcida— de los negocios» (declaraciones de Chaplin poco antes del estreno). Verdoux es el producto lógico de la sociedad y de la época en la que vive. Precisamente porque Verdoux es lúcido y se desdobla y se mira a sí mismo actuar, la película puede volverse cómica. Su comicidad está más cercana a De Quincey que al humor inglés tradicional y da a este retrato de un asesino una dimensión profundamente perturbadora, en particular por la extraña serenidad que el héroe manifiesta en sus crímenes, durante su juicio y ante la muerte. (...)

Jacques Lourcelles, Dictionnaire du cinéma, pg 978-979

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La señora sin camelias (programa 6a: La Cenicienta - Me he casado, pero...)

¿Acaso existe una sola película que no esté fascinada, de una manera u otra, por aquello que ha elegido denunciar? Me parece que no (esto ...